La campaña electoral transcurrió
con plena libertad de opinión y prensa; sin embargo, el gobierno provisional
apoyó abiertamente la opción monárquica. La implantación del sufragio universal
masculino supuso que de un censo de 400.000 votantes de la época isabelina se
pasase a uno de casi 4 millones, de los cuales casi el 80% eran analfabetos y
fácilmente manipulables por las autoridades locales. Finalmente la opción
monárquica ganó las elecciones por mayoría gracias al voto rural y de las
pequeñas poblaciones mientras que, excepto en Madrid, en las principales
ciudades vencían los republicanos.