Murat para revista a sus tropas todos los domingos en un desfile público desde la calle de Alcalá hasta el Paseo del Prado. Los madrileños se sienten ofendidos y ya el domingo 1 de mayo manifestarán su disgusto silbando al gran duque de Berg y a su Estado Mayor al atravesar la Puerta del Sol, dirigiéndoles insultos, injurias y burlas. El descontento popular contra los franceses crece. El plan de Napoleón consistía en no dejar en España ningún miembro de la Famila Real para crear un vacío de poder y entregar la corona a un miembro de su propia familia. El presidente de la Junta de Gobierno, el infante don Antonio, recibió una carta de Carlos IV con la orden de que la reina de Etruria con sus hijos y el infante don Francisco de Paula, que tenía trece años, partieran hacia Bayona; el resto de miembros de la Junta trataron de resistirse pero Murat se impuso; la salida de los infantes debía verificarse la mañana del 2 de mayo de 1808. La noticia se conoce pronto en Madrid y los ciudadanos se agolpan desde primeras horas de la mañana en las inmediaciones del Palacio Real, impidiendo a los soldados franceses el traslado de los infantes de la familia real.
EL DOS DE MAYO POR UN TESTIGO PRESENCIAL
El día dos de mayo, llegando yo a las caballerizas de V. M. a las nueve de la mañana, cuando S. M. la reina de Etruria entraba ya por la calle del Tesoro, por más que quise correr, no pude llegar a verla y desconsolado de que se la llevasen, entré en Palacio por la Puerta del Príncipe, cuando me sorprendí al encontrar con el coche que había de llevar a S. A. El infante D. Francisco; y fue tal el acaloramiento que me dio que dije Car.. Traición... que se nos han llevado al rey, y se nos quieren llevar todas las personas reales; mueran, mueran los franceses; y nos fuimos gritando hacia el cuarto de S. A. El Sr. Infante D. Antonio repitiendo: que no salgan los infantes.
Este es el intermedio en que salió el Infante D. Francisco descolorido como un papel; subí con todos hasta su cuarto dándole vivas, y aclamaciones, repitiéndole que no saliese y S. A. Tuvo la bondad de salir a su balcón, y le repetimos vivas, y que no se fuese.
A estas novedades vino a Palacio un Edecán de Murat acompañado de un Velite; y al vernos, exalté mi voz cual trompeta del juicio: matarlos... matarlos; y que no entre en Palacio ningún francés, como en efecto no entraron, pero desenvainaron los sables, y un hijo del General Cupini Oficial de Rs. Guardias Walonas, se los hizo envainar, y les liberó la vida, y viniendo con 20 soldados de la Guardia de Murat para llevárselos, se verificó.
En este momento Ofarril salió a la puerta de Palacio llamada del Príncipe como tres pasos de ella, y dándome un pechugón, dijo márchense estos insurgentes a sus casas, pues no necesitamos de ellos, a que le contesté, que él, y otros pícaros nos perdían; y se le hizo retirar más que de paso.
Siguiendo un Francés de la guardia Marina por la calle Nueva hacia la plaza de Palacio, sospeché que llevaba parte a alguno de sus cuarteles, corrí tras él, seguido de muchos, pero al emparejar con la esquina del cuartel de Rs. Guardias Walonas en Palacio, salió el mismo oficial Cupini al encuentro, le quitó el sable y le metió en dicho cuartel.
Alcanzé a ver otro Francés que iba a su cuartel de S. Nicolás, corrí hacia él, y con el garrote que llevaba en la mano le dí tales golpes en la cabeza que cayó atontado, y hallándose junto a mí un voluntario del 1º de Aragón, le pasó de parte a parte con un sablecillo corto que llevaba, y quedó muerto en la rinconada del sillero de V. M. y Escuela que había en frente de S. Juan.
Este es el instante en que salió tropa Francesa del Cuartel de S. Nicolás haciendo fuego y animando a todos mis paisanos, los llevé a armarse al Parque de Artillería, que tan dichosamente V. M. me había enseñado, y tomando armas ayudamos a los inmortales Daoíz y Velarde, avisados muy de antemano por nosotros del riesgo, que corríamos; por lo que en un instante prepararon la artillería; y ví morir al ínclito Velarde. Y ésta es la sencilla exposición del día dos de mayo que V. M. desea saber. Madrid, 16 de septiembre de 1816.
Firmado: José Blas Molina Soriano
Enterado Murat de la turbamulta, envía al Palacio un batallón con 2 cañones ligeros de campaña, que sin intimidación previa realiza una descarga de fusilería sobre la muchedumbre que, histérica, huye de la plaza de armas, dispersándose por todo Madrid. Muchos madrileños se van congregando en la Puerta del Sol portando sables, trabucos, navajas o escopetas de caza, enfrentándose a los soldados francesas que encuentran.
Las autoridades españolas y la mayor parte del Ejército se mantienen al margen del motín temerosas de que la situación degenerara en un auténtico desorden social; además, el Ejército español sólo cuenta con 3.000 efectivos frente a los 35.000 con que cuenta Murat Sin embargo, algunas autoridades no aceptaron la situación y el secretario del Almirantazgo don Juan Pérez Villamil sugirió al alcalde de Móstoles que movilizara a la población, declarara la guerra a los franceses y acudiera en socorro de Madrid el mismo día 2 de mayo, ejemplo que siguieron otras autoridades locales y también hubo levantamientos contra los franceses en algunas capitales portuguesas como Oporto.
Ante la ausencia de soldados españoles y la carencia de armas, algunos grupos de espontáneos acuden al Parque de Artillería del Palacio de Monteleón a armarse. Su guarnición, de 70 soldados, comienza a repartir armas a los ciudadanos exaltados; que tienen tiempo de posicionar tres cañones antes de que acudan los franceses. Murat cursa órdenes a todos los acuartelamientos de reprimir la insurrección de forma tajante. Los franceses aparecen por las calles de Alcalá, Carrera de San Jerónimo, Toledo, Mayor, Ancha de San Bernardo, Fuencarral y Montera, convergiendo en la Puerta del Sol y otros puntos estratégicos de la villa, como el Paseo del Prado. La infantería francesa forma líneas en las calles, barriendo al gentío o ahuyentándolo con descargas cerradas de fusilería y cañonazos de metralla. Los jinetes mamelucos y polacos entran por las bocacalles y cargan contra los madrileños, dispersándolos. Finalmente, los franceses acuden al Palacio de Monteleón donde se han hecho fuertes los capitanes de artillería Daoiz, Velarde y el teniente Ruiz, que resisten hasta la muerte.
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Imagen 1, La carga de los mamelucos o El Dos de Mayo en Madrid, pintado por Goya en 1814
Imágen 2, Defensa del Parque de Artillería de Monteleón, pintado por Sorolla en 1884