La dictadura de Franco no permitió la existencia de partidos políticos. Sus partidarios y seguidores podían afiliarse a FET de las JONS, partido único bajo el mando directo de Franco que integraba a falangistas y carlistas. En realidad la integración de ambos movimientos políticos suponía la desnaturalización de éstos. En cualquier caso podemos distinguir cinco familias políticas bien definidas dentro de los partidarios del régimen; los falangistas, la derecha católica seguidora de la doctrina social de la Iglesia, los monárquicos carlistas, los monárquicos liberales y los altos mandos del Ejército.
En un primer momento el régimen caminó hacia la implantación de un modelo de estado totalitario basado el modelo fascista por lo que durante los primeros años de la postguerra la doctrina fascista de Falange se impondrá sobre las posturas políticas, económicas y sociales de las otras familias políticas. Coincide esta etapa con los años en que la política exterior española estuvo dirigida por el falangista Serrano Súñer, cuñado de Franco, y el alineamiento con el Eje anticomunista y antiliberal formado por la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón. Se impuso una rígida vigilancia ideológica y se emprendió una intensa campaña de adoctrinamiento de la población a través de la Falange y sus diversas ramas: la Milicia, el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, el Sindicato Español Universitario (SEU) y la Central Nacional Sindicalista (CNS). A través de la red de Jefes de barrio y los certificados de buena conducta, se establecía quién era o no adicto al Movimiento, requisito indispensable para progresar en todos los niveles de la vida laboral, intelectual y social.
Coincidiendo con el giro de la política exterior a partir del verano de 1942, la influencia de Falange en la política interior fue decayendo a favor de los sectores ligados al Ejército y la Iglesia. Hay que decir que el carlismo sufrió un duro golpe tras el decreto de unificación que le obligó a integrarse en FET de las JONS ya que como movimiento político sus intereses y objetivos propios, la implantación de la monarquía tradicionalista en la rama sucesoria de don Carlos María Isidro, no eran compatible con el régimen por lo que el elemento tradicionalista terminó teniendo más peso que el monárquico y sus posiciones estuvieron más cerca de la doctrina de la Iglesia que del falangismo. Al igual que en Exteriores, un representante de la derecha católica, Ibáñez Martín, se hacía cargo del Ministerio de Educación y diseñaba un sistema educativo marcado por los principios católicos. Los falangistas iban poco a poco pasando a un segundo plano aunque la parafernalia y estética fascista de Falange se mantuvo vigente hasta 1975.
Por su parte, los monárquicos liberales seguidores de Alfonso XIII y su hijo don Juan perdieron influencia, sobre todo a partir de 1945 cuando Don Juan, exiliado en Estoril, publicó el Manifiesto de Lausana, en el que se decantaba por una transición hacía un régimen democrático a través de unas Cortes Constituyentes y a una amplia amnistía que hiciera posible la reconciliación con los vencidos.
En un primer momento el régimen caminó hacia la implantación de un modelo de estado totalitario basado el modelo fascista por lo que durante los primeros años de la postguerra la doctrina fascista de Falange se impondrá sobre las posturas políticas, económicas y sociales de las otras familias políticas. Coincide esta etapa con los años en que la política exterior española estuvo dirigida por el falangista Serrano Súñer, cuñado de Franco, y el alineamiento con el Eje anticomunista y antiliberal formado por la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón. Se impuso una rígida vigilancia ideológica y se emprendió una intensa campaña de adoctrinamiento de la población a través de la Falange y sus diversas ramas: la Milicia, el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, el Sindicato Español Universitario (SEU) y la Central Nacional Sindicalista (CNS). A través de la red de Jefes de barrio y los certificados de buena conducta, se establecía quién era o no adicto al Movimiento, requisito indispensable para progresar en todos los niveles de la vida laboral, intelectual y social.
Coincidiendo con el giro de la política exterior a partir del verano de 1942, la influencia de Falange en la política interior fue decayendo a favor de los sectores ligados al Ejército y la Iglesia. Hay que decir que el carlismo sufrió un duro golpe tras el decreto de unificación que le obligó a integrarse en FET de las JONS ya que como movimiento político sus intereses y objetivos propios, la implantación de la monarquía tradicionalista en la rama sucesoria de don Carlos María Isidro, no eran compatible con el régimen por lo que el elemento tradicionalista terminó teniendo más peso que el monárquico y sus posiciones estuvieron más cerca de la doctrina de la Iglesia que del falangismo. Al igual que en Exteriores, un representante de la derecha católica, Ibáñez Martín, se hacía cargo del Ministerio de Educación y diseñaba un sistema educativo marcado por los principios católicos. Los falangistas iban poco a poco pasando a un segundo plano aunque la parafernalia y estética fascista de Falange se mantuvo vigente hasta 1975.
Por su parte, los monárquicos liberales seguidores de Alfonso XIII y su hijo don Juan perdieron influencia, sobre todo a partir de 1945 cuando Don Juan, exiliado en Estoril, publicó el Manifiesto de Lausana, en el que se decantaba por una transición hacía un régimen democrático a través de unas Cortes Constituyentes y a una amplia amnistía que hiciera posible la reconciliación con los vencidos.